Modos de la transferencia: Motor y Obstáculo

      La transferencia es planteada y pensada de distintos modos a lo largo de las obras de Freud y Lacan. Intentaré articularlos aquí, tomando como premisa los puntos de contacto y de distancia entre ambos autores.

     Comenzaré ubicando que la transferencia inevitablemente implica una direccionalidad al Otro: el paciente no solo le dirige preguntas al analista (quien tiene un “saber supuesto” por el paciente), o pide “recomendaciones”, sino que también despliega su neurosis frente a él, asocia libremente, concurre a sus sesiones, “se pone a trabajar” y produce enlaces para encontrar la respuesta a la pregunta que le plantea su síntoma. Esta vertiente de la transferencia es la que conocemos como “motor” ya que conecta al síntoma con la asociación libre, y de esa manera se puede tener acceso al inconsciente.
     Ahora bien, sabemos por Freud[1] que paralelamente, al acercarnos al núcleo patógeno, la transferencia se vuelve resistencia y en consecuencia produce un cierre del inconsciente. En otras palabras, en el mismo momento en que están a punto de ser develados algunos contenidos reprimidos especialmente importantes, y en que existe una mayor proximidad al conflicto inconsciente, la transferencia aparece bajo la forma de resistencia, que supone el silencio, y la detención de ocurrencias y asociaciones. En palabras de Lacan, “el momento en que el sujeto se interrumpe es, comúnmente, el momento más significativo de su aproximación a la verdad. Captamos aquí la resistencia en estado puro, la que culmina en el sentimiento, frecuentemente teñido de angustia, de la presencia del analista”[2].


     Freud explicaba la transferencia como un factor positivo que motoriza la cura, en tanto que proporciona un modo de confrontar la historia del analizante en la inmediatez de la relación presente con el analista. Sostiene que “Es entonces del todo normal e inteligible que la investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecho, se vuelva hacia el médico (…) esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés preexistentes en la persona en cuestión, o insertará al médico en una de las series psíquicas que el paciente ha formado hasta ese momento”[3]. Es decir, en el modo de relacionarse con el analista, el analizante inevitablemente repite relaciones anteriores con otras figuras: “pronto advertimos que la transferencia misma es sólo una pieza de repetición”[4], siendo, paradójicamente, esta compulsión a la repetición un obstáculo al tratamiento, es decir, un modo de resistencia. Es decir, que según Freud, la transferencia es esencialmente resistente, en tanto es el medio por el cual se interrumpe la comunicación del inconsciente, y por eso decimos que éste se cierra. La transferencia desde este punto de vista es entonces fracaso.
     Sin embargo, me parece interesante destacar que a lo largo del Seminario II Lacan plantea la compulsión a la repetición, como la insistencia de determinantes simbólicos en la transferencia, es decir como motores del tratamiento, en tanto contribuyen al progreso de la cura al revelar los significantes de la historia del sujeto. Es así como, la idea de repetición nos conduce directamente a la idea de un inconsciente que trabaja, y que escribe permanentemente, y que como explicará más adelante, en esa escritura exige siempre algo nuevo. Y en cambio plantea que aquello que queda  en el orden de lo imaginario (amor/odio), es lo que funciona como resistencia, es decir, como obstáculo. De esta manera, sitúa la esencia de la transferencia en lo simbólico, y no en lo imaginario, aunque claro está, tiene poderosos efectos en lo imaginario…

     Tanto Freud como Lacan sabían del amor de transferencia y su doble vertiente como motor y obstáculo, para el avance de la cura. “Lo que surge en el efecto de transferencia se opone a la revelación. El amor interviene en su función aquí revelada como esencial, en su función de engaño. El amor, sin duda, es un efecto de transferencia, pero esa es su cara de resistencia. Estamos comprometidos a esperar este efecto de transferencia para poder interpretar y al mismo tiempo sabemos que cierra al sujeto al efecto de nuestra interpretación”[5]
     Queda así planteada, cierta naturaleza paradójica de la transferencia, en tanto que al tiempo que obstaculiza la cura, también la empuja hacia delante motorizando el progreso del tratamiento.


[1] Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la transferencia. En Obras Completas, Vol. XII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. Pág. 101.
[2] Lacan, J. El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Clase V. Editorial Paidós. Buenos Aries. Pág. 87.
[3] Freud, S. (1912). Sobre la dinámica de la transferencia. En Obras Completas, Vol. XII. Buenos Aires. Amorrortu Editores. Pág. 98.
[4] Ibídem.
[5] Lacan, J. El Seminario, Libro11. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Clase IXX, Editorial Paidós. Buenos Aires. Pág. 133.

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